Cuando no tienes nada que perder es muy fácil arriesgarlo todo. Es como cuando, en las películas, a los protagonistas les queda solo un tiro. Arriesgan ese tiro aunque sea su única oportunidad de salir vivos. Lo arriesgan porque es lo único que pueden hacer. Porque saben que aunque salgan corriendo, hay otros tiros que los pueden alcanzar.
A veces es mejor dejar que las cosas fluyan, pensar debemos adoptarlas como sentimos, más que como creemos. Me he pasado la vida haciendo estúpidos cálculos, medidas. La vida es mucho más difícil que cualquier problema de matemáticas. La vida no es una ciencia exacta. El resultado nunca es un número concreto. Este mundo está cargado de matices. Matices que de una u otra forma nos afectan. La distancia no se mide en kilómetros ni en millas. El tiempo tampoco. La distancia se mide como se puede medir el dolor o la alegría. Se mide en las mismas magnitudes inexactas que rodean toda nuestra vida. Se mide con vibraciones extrañas que nos afectan cada vez que se produce.
A veces es mejor dejar que las cosas fluyan, pensar debemos adoptarlas como sentimos, más que como creemos. Me he pasado la vida haciendo estúpidos cálculos, medidas. La vida es mucho más difícil que cualquier problema de matemáticas. La vida no es una ciencia exacta. El resultado nunca es un número concreto. Este mundo está cargado de matices. Matices que de una u otra forma nos afectan. La distancia no se mide en kilómetros ni en millas. El tiempo tampoco. La distancia se mide como se puede medir el dolor o la alegría. Se mide en las mismas magnitudes inexactas que rodean toda nuestra vida. Se mide con vibraciones extrañas que nos afectan cada vez que se produce.
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